viernes, 9 de mayo de 2014

Un año de ausencia...

Pensé que conforme pasara el tiempo se me iría olvidando su ausencia, pensé que su imagen no acudiría a mi mente de manera tan asidua, nunca pensé que la olvidaría, pero sí pensé que el pasar de los días actuaría en contra de su recuerdo... pensé erróneamente.

Mañana hará un año que falta de nuestras vidas y todavía no puedo evitar pensar en ella sin que se me escape una o varias o muchas lágrimas. Nunca había faltado alguien tan importante en mi vida, de manera que no sabía lo que significaba algo así. Cuán poderoso es el poder de la mente que ahora me muestra cosas completamente olvidadas, vividas con ella y con los míos, situaciones, frases, consejos, momentos, imágenes, gestos...

No recuerdo con exactitud mi edad,  unos 9, 10 u 11 años, estábamos en el salón de su casa y ella le contaba a mi madre que alguien había muerto, era alguien joven y sus padres estaban destrozados. Fue ella quien pronuncio una frase profundamente reveladora para mi "Los hijos son quienes entierran a sus padres, no al contrario. Es ley de vida". En ese preciso momento descubrí una verdad que nadie me había desvelado, porque ese tipo de verdades no se dicen, no se cuentan, no las lees en ningún libro, sólo se descubren por casualidad, como a mi me ocurrió.... y resultan tan crueles, tan malvadas... Recuerdo que ese mismo día me pregunto que qué me pasaba, que si estaba triste. Yo negué con la cabeza, no se con certeza si ella descubrió lo que rondaba mi mente, pero si no fue así el gesto de mi rostro fue suficiente para ella advertir mi tristeza y fue entonces cuando me dijo "¿sabes lo que vamos a hacer? vamos a ir a la despensa a por un trozo de chocolate". Un trozo de chocolate!!! Hay que ver que bien me conocía mi abuelita, ella sabía que no había nada en este mundo que no se me curara con un buen trozo de chocolate....Y así fue como se selló mi desolador y amargo descubrimiento, con una onza de chocolate "El Gorriaga".

En mi primer post os conté que mi primer trabajo en punto de cruz lo hice bajo sus instrucciones, en uno de tantos veranos que pasé en la Puebla con ella, tendría unos 9 o 10 años. Sabía que lo tenía guardado pero no sabía donde, hasta que hace unos meses mis padres hicieron unas obras en casa apareció...No poseía un gran valor para mi hasta hace poco...



Quiero pensar que está en algún lugar perdido, un sitio precioso, lleno de valles, árboles, flores, un riachuelo, sentada en el prado con mi abuelo Serapio, merendando, hablando, riendo, contandose lo que no les dio tiempo ha contarse porque la vida se lo arrebato demasiado pronto, y esperando que sea más nunca que tarde el reencuentro con los suyos... con nosotros...